Nota: Texto escrito por Sebastián Blaksley para Miracles Magazine el 17 de septiembre de 2024
Muy al principio de la revelación de Elige solo el amor, Jesús nos dice que quiere mostrarnos un camino seguro hacia la felicidad y la plenitud. Ello, según sus palabras, consiste en amar todo lo que surge en nuestras vidas humanas presentes. Dicho de otro modo, en llevar amor a todo lo que experimentamos. Para que no nos queden dudas, enumera lo que ese "todo" significa, al decir: imágenes, sentimientos, recuerdos, emociones, pensamientos, sensaciones, etcétera.
Al recibir esa revelación, me di cuenta de que la descripción un tanto exhaustiva de lo que el "todo" en esa expresión significa tenía un propósito claro. Entender de manera sencilla que la senda propuesta es la de abrazar, honrar, integrar y amar cada aspecto de nuestra humanidad en cada momento presente. Ello no es una simple descripción de una vía entre tantas otras, lo cual por cierto lo es. Más bien está haciendo referencia a un sello distintivo de lo que llamamos "Lo nuevo".
En La era del corazón, la voz de Cristo nos dice que los sentimientos y todo lo que atañe al corazón, incluyendo la intuición y demás aspectos de nuestra humanidad, van a ser finalmente honrados en la verdad. En otras palabras, integrados en nuestra consciencia singular para poder unir nuestra divinidad con nuestra humanidad.
En última instancia, unión quiere decir, para las revelaciones recibidas, también la unidad cuerpo-espíritu, humanidad-divinidad, cielo-tierra, tiempo-eternidad, lo abstracto y lo concreto. Tiene sentido, al menos para mí. Puesto que si lo nuevo es el estado de unión, es necesario que ello comience por reunir lo que nos es más próximo: a nosotros mismos.
Lo nuevo, siempre según la revelación recibida, tendrá el carisma de una espiritualidad con cuerpo. Es decir, una en la que nuestro "yo humano", con todos los matices que la experiencia humana conlleva, es integrado, aceptado, bendecido, incluido, amado. Y como efecto de ello, transmutado en amor perfecto.
¿De qué otra manera puedo integrar, aceptar, bendecir, incluir y amar a los demás y lo demás, si no lo hago con todo lo que estoy siendo en cada momento presente? ¿Es posible amar todas las cosas, si no me amo en todo lo que soy, sin dejar nada de mi humanidad a un lado?
Comparto estas preguntas porque a mí me ayudan a visualizar el camino. Y siento que tal véz a otros también puedan servirles. Al formularlas conscientemente, actúan en mí como postes indicadores hacia la verdad de lo que la encarnación de Cristo en cada uno de nosotros significa. En otras palabras, me recuerdan lo que soy: el Cristo viviente que vive en mí. Es decir, hombre-Dios, cuerpo-espíritu, tierra-cielo, la parte y el todo. Soy unidad, primero con todo lo que estoy siendo, para luego serlo con todas las cosas. Y en ese orden.
Una espiritualidad con cuerpo es una espiritualidad "de abajo". Es decir, una en la que nuestra terrenalidad está intrínsecamente unida a nuestra celestialidad. La revelación recibida nos dice que nuestra humanidad, con todo lo que conlleva, es expresión en la forma del espíritu informe. Por ello es que es digna de ser amada, honrada, respetada en su sacralidad. Esto incluye cada pensamiento, emoción, sensación y demás cosas que forman parte de la santa humanidad que somos todos.
El conocimiento que aquí comparto me ha llevado a hacerme consciente de los múltiples mecanismos que tantas veces usamos como individuos y familia universal para hacer "spiritual bypassing", tal como se expresa en Inlgés o atajo espiritual en español. Pareciera que hay una tendencia a usar las ideas y prácticas espirituales para negar, dejar a un lado o evitar mirar de frente, los temas emocionales no resueltos, las heridas psicológicas, y tareas de desarrollo personal no concluidas o llevadas a cabo. Y esto no solo en forma individual, sino también colectivamente.
Es evidente que no solo la espiritualidad puede servir para "pasar por alto" nuestra experiencia humana presente. El entretenimiento, el trabajo, las adicciones, las relaciones y muchas otras cosas también pueden tener el mismo propósito: no conectar con el corazón y sostener un "yo ideal", el cual puede parecer muy hermoso, santo y elevado, pero nunca será real y por ende verdad. Consecuentemente, no será la santa expresión del amor que somos.
¿No es acaso, el mecanismo de "spiritual bypassing", una forma de negación de lo que somos? Entrelacemos esta pregunta con la afirmación que nos regala nuestra Divina madre al decirnos que no se puede amar lo que no se ve, si no se ama lo que sí se ve. ¿Y qué otra cosa vemos primero sino nuestra experiencia humana presente?
Cuando hablamos del bypass espiritual, podemos decir que estamos hablando de una espiritualidad "de arriba". Una que niega total o parcialmente nuestra humanidad al no abrazarla e integrarla amorosamente tal y como está siendo en cada momento presente. Esto no solo puede realizarse por medio de las prácticas, rituales y sistemas de creencias, sino también en las comunidades espirituales.
A lo largo de la historia han existido y siguen existiendo muchos grupos "religiosos" o "espirituales" cuya meta es unirse para "sustraerse del mundo" o "reforzar una sensación de identidad religiosa". También los hay de otra índole. Esto, si bien puede tener la intención primaria de no dejar a un lado el aspecto divino de lo que somos, no pocas veces termina generando un estado de disociación, es decir de división y exclusión, lo cual finalmente deviene en desamor.
En fin, que intentar escapar de lo que no es necesario ni posible, es decir de la variopinta experiencia humana, nos lleva a seguir viviendo en el estado de separación, y por ende alejados del amor. Esta es la razón por la que nuestra Divina Madre nos dice en uno de los diálogos que, una espiritualidad simentada en la roca firme de la verdad y el amor es aquella en la que se vive con los ojos puestos en el cielo y los pies en la tierra.
Una espiritualidad de abajo es una en la que se honra la vida tal y como es aquí y ahora, incluyendo en ello a todas sus formas de expresión. Sin juzgar nada, sino amando todo y a todos. Sin excluir nada, sino abrazando todo, todo, todo en el amor que somos. Dándole un espacio a lo que es, tal como es. Sin pretender que sea diferente.
Una espiritualidad como esta hace que cada cual pueda ser plenamente tal como es y no que tenga que intentar ser un yo ideal que nada tiene de real. Una en la que la humanidad es finalmente reconocida como la santidad, belleza y magnificencia que es en verdad. Ese es para mí, en gran medida, el camino de lo nuevo. Siento que la expresión de Un curso de amor que nos dice que lo nuevo es el amor extendiéndose en la creación, también refiere en algún grado a esto que aquí se comparte.
En razón de lo dicho anteriormente, he comprendido lo siguiente. Es amando todo lo que surge en mí, es decir permitiendo que todo lo que siento, pienso y experimento me muestre la verdad de lo que soy, como el Cristo encarnado se manifiesta desde mí en toda su gloria, belleza y santidad. Y al hacerlo, vivo en la felicidad y plenitud de los hijos de Dios, lo cual consiste en ser tal como fuimos creados para ser, es decir el Cristo humanado.
Esta comprensión es la que deseo compartir de todo corazón contigo, amada lectora y amado lector. Lo hago con la esperanza de que juntos recordemos nuevamente la hermosura de nuestra humanidad y de todos los seres vivientes tal como son. Y de ese modo traigamos unidos el cielo a la tierra.
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