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Canto de la resurrección, recibido por Sebastián Blaksley

I. Melodías siempre nuevas

En el nuevo reino terrenal, que es el efecto de la consciencia de la resurrección, todo es alegría porque todo es amor. Esa dicha no es como la que procede de las cosas del mundo, ni como la que se alcanza en los más elevados éxtasis de contemplación. No. Ni siquiera la más elevada experiencia mística que pueda tenerse en el viejo mundo, puede siquiera compararse con el gozo del alma que mora en la verdad eterna. Es decir, que habita en la tierra donde el sol nunca se pone, y cuya luz es tan suave, y a la vez refulgente, que acaricia a las almas, al tiempo que va dando vida a todo. Es esta una luz que nunca mengua y desde cuya belleza emanan colores indecibles.

Allí, amada mía, en ese reino que te ha sido dado desde siempre, y al que pronto ingresarás, los sonidos se hacen forma y las formas colores. Los movimientos engendran cánticos cuyas melodías hacen vibrar y cantar al corazón. Todo es hermosura. Gozo. Vitalidad vibrante. Fortaleza perfecta. Hablarás con los ángeles. Ya no como lo haces en la experiencia del mundo dual, en el que ellos le susurran palabras de vida eterna a tu alma. No. Más bien conversarás con ellos cara a cara. Serán para ti, lo que siempre han sido. Amigos entrañables, a quienes conoces desde siempre y quienes te conocen como a la palma de sus manos.

Amada humanidad. Hombres y mujeres todos. Hermanas y hermanos en Cristo amor. Estas palabras están dirigidas a cada uno de vosotros. Los que estáis en el tiempo. Los que se han ido. Para los que volverán para elegir nuevamente. Y para quienes habitarán por siempre en el nuevo reino terrenal. Es decir, es para toda la creación.

En verdad, en verdad os digo, que creer que el mundo está yendo hacia un estado distópico, o viviendo en él, es no comprender. La humanidad, y con ella todo lo creado, está moviéndose cada vez más velozmente hacia la consecución de los tiempos de la plenitud del amor. Y desde allí, hará su ingresará triunfal en la nueva tierra, que la santidad ha creado y preparado para todos desde siempre.

¿El nuevo cielo y la nueva tierra son como lo era el Edén? ¿Es el paraíso perdido que se ha re-encontrado? No. Lo que fue descripto como el jardín del Edén, según la manera de explicar las cosas en ciertos contextos culturales, es el estado de consciencia previo al del encaminamiento hacia la opción fundamental. El grado de conocimiento de Dios que tiene el alma en ese estado no puede siquiera compararse con el que tienes ahora. Tampoco con el que se alcanza en el estado temporal de negación del ser, ni mucho menos en el de la nueva creación.

Ir hacia un mayor conocimiento del amor de Dios, es en sí el camino del alma. De todas. Naturalmente, esto no es privativo de los seres humanos, sino de cada aspecto de la creación. Se ha dicho en muchas corrientes del pensamiento, que existen diversos estados o grados de consciencia, cada uno de los cuales conlleva un reino. Como efecto de ello se concibió la idea del reino terrenal actual, o mundo, también el reino de los cielos, el cual es entendido como en niveles o grados. Esto llevó a la idea del infierno y de otras dimensiones. Todas ellas explicadas en razón de una línea vertical, ubicando a Dios en las alturas, y a lo opuesto a la santidad en lo inferior. Ello fue un modo de explicar las cosas.

II. Todo es unidad


Ya no necesitas seguir creyendo en diversos niveles o reinos en Dios. ¿Cómo podría la realidad divina ser seccionada o dividida en reinos inconexos? Todo está unido en el amor. De lo contrario no existiría. Aún así, el grado de unión con el amor es cuestión del libre albedrío y esto a su vez corresponde a la naturaleza de cada aspecto de la creación. El reino de la resurrección, no es un lugar. Tampoco, una dimensión de creación reservado para algunos. Es el destino del alma. El propósito para el cual fue creada.


Puede que creas que el alma emanada de Dios ha quedado enredada en la maya de ignorancia del sistema de pensamiento del ego, tal como si se tratará de un diminuto insecto pegado a una telaraña. Pero amado mío, tu que recibes estas palabras, dejame decirte que eso no es verdad. Lo que quedó atrapado en un mundo de ilusiones, fue simplemente un pensamiento de la mente del alma. Solo uno. Es cierto que parecen una miríada de pensamientos, una suerte de enjambre de ideas. Pero en verdad te digo que los pensamiento que piensas que piensas, son solo un pensamiento de separación. Solo uno. Puede que se presenten en formas diversas, pero aún así siguen siendo uno solo.


Solo existe un pensamiento y ese es el puro pensamiento divino. Nada que no sea ese pensamiento puede ser considerado como tal. Por lo tanto, no puedes pensar muchas cosas. En efecto, la mente real no piensa nada. La idea de un discurrir mental es tan ajeno a la mente divina que ni siquiera es concebible en el nuevo cielo y la nueva tierra.


La mente unificada, totalmente integrada a la de Cristo, y por ende receptora del único pensamiento todo abarcador que procede de Dios, es lo único que resplandece en el alma que mora conscientemente en la nueva creación. En cierta medida podemos decir que el pensamiento de resurrección, es la expresión perfecta del puro pensamiento de Dios en la filiación.


Así como en el pasado, el conocimiento del estado de culpabilidad constituyó el eje central de la mente pensante, el conocimiento de la resurrección será el signo de los nuevos tiempos hasta que esta pueda ser vivida plenamente. Comenzar con ello ahora en ti, es el propósito primordial de esta revelación.


No se puede explicar en palabras la totalidad de lo que significa en nuevo cielo y la nueva tierra. Tampoco es la intención central de esta obra. Lo que aquí buscamos es anclar tu memoria, y con ello la de toda la creación, en la realidad a la que está llamada el alma y hacia donde todo el universo esta dirigiéndose.


Hay música en el cielo. Así como también lo hay en la tierra. Solo que en el nuevo reino terrenal, ella será expresión fidedigna de la música divina. La humanidad no podría ni siquiera haber concedido la idea de crear música o expresar musicalidad si no existiera música en el corazón de Dios. Recuerda que el ego solo distorsionó las cosas, pero nunca creó nada. Ni lo hará porque es una idea carente de significado y por ende de substancia. Solo lo esencial puede crear música porque toda creación procede de la fuente del amor hermoso, que es donde el poder creador de la Divina Madre mora, y desde donde todo lo que existe emerge en santidad.


Cuando la consciencia de resurrección alborea radiante en tu mente y corazón, es decir cuando es abrazada por tu humanidad, no solo el cuerpo es glorificado sino todo lo que constituye tu humanidad. Pasas a ser una nueva humanidad. Ya no en potencia sino en acto. No en proceso sino en plenitud.


La música divina une en el amor. Esa es su función, tal como todo lo que forma parte de la nueva creación. No opera como lo hacen las melodías mundanas. Más bien ellas están ahí para recordarte las del cielo. Una sola nota emanada del corazón de Dios, y un universo de infinitos universos de amor es creado en unidad contigo. Cada uno de ellos, lleva dentro de sí esa nota, la cual se hará vibrar, y se entonará como parte del cántico eterno de la creación. Es este, un himno infinito de belleza y alegría que no tienen comparación. Cada una de ellas, por decirlo de algún modo, lleva dentro de sí todo el poder y la gloria de Dios. Es música que no solo alegra al corazón, sino que va creando vida en su cantar.

III. La gloria de la resurrección


La música de Dios es conocimiento perfecto. Esto significa que sus melodías, cuya belleza es inefable y cuyo gozo provoca en el alma un éxtasis contemplativo, van extendiendo sabiduría por toda la creación. Naturalmente, esto no es algo que se pueda explicar cabalmente con símbolos humanos aún, ya que solo se comprende en el lenguaje de la consciencia, el cual no tiene palabras, al ser el lenguaje del amor. Aún así, déjame decirte que ya has recordado lo que aquí se te está diciendo.


Te has adentrado en las melodías divinas, y su inefable realidad, cada vez que estuviste en paz. También lo has hecho, en cada instante de oración en el que te uniste a Cristo, y en cada acto de amor santo que regalaste al mundo. Has saboreado su belleza, en cada momento que sentiste una presencia celestial al caminar serenamente por un parque, o al adentrarte en el silencio de un bosque. Las has escuchado en tu alma, al contemplar un amanecer con el corazón en la mano. Y también cuando, al mirar a los ojos a un niño recién nacido, saltaste de alegría al recordar la pureza e inocencia que parecían haberse perdido, pero que son tuyas por toda la eternidad.


Amado mío, quiero regalarte el recuerdo del nuevo cielo, el cual es uno con la nueva tierra, y constituyen tu hogar por siempre. Te pido que cierres los ojos por un instante y dejes que la remembranza de la resurrección de Cristo, y con ella la tuya, se extienda en ti.


Hijo santo, por amor te invito a que hagas de la resurrección la única fuente de tu saber y obrar. Contémplala. Medita acerca de ella. Sumérgete en su realidad silenciosa, tan austera y sutil que el mundo prácticamente se ha olvidado de ella. Aún así, aquí estamos tú y yo para recordar a todos que somos los resucitados, que la resurrección es el destino de la creación, y que su realidad es ahora, así como lo es también siempre.


Hija de la verdad, escucha con amorosa atención lo que a continuación te digo. La oración que otrora dijera: “Padre nuestro que estás en los cielos, venga a nosotros tu reino” será ahora:


Ser de mi ser. Fuente de la vida sin fin. Concédenos la gracia de que la resurrección resplandezca en nosotros. Que el conocimiento del nuevo cielo y la nueva tierra brille en todas las consciencias, ahora y siempre. Amén

Haz tuya esta oración que te regalo por amor y estarás uniéndote a la consciencia de la resurrección. Al hacerlo, reúnes en ella a toda la humanidad, permitiendo así que el amor sea la única fuente del saber y obrar. Esto se debe a que, unidas somos la resurrección y la vida. Somos luz que ilumina las almas, verdad vivificante. Alégrate de que así sea.



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