Hijos míos. Soy el corazón de María. Os hablo desde la unidad de Cristo.
He venido a morar con vosotros que andáis en busca del amor y la verdad. He venido a deciros que ya habéis encontrado. Que el tiempo de las búsquedas se ha terminado.
Ahora es el tiempo de regocijarse en la expresión del amor perfecto. Esto es lo mismo que deciros que han finalizado los tiempos de la transformación. Ahora estáis viviendo nuevos tiempos. Los tiempos de la unidad.
Lo que iréis viendo en vuestro mundo, cada día con mayor claridad, es la exteriorización de la consciencia de la unidad. Los sistemas se irán ajustando hacia esta realidad, dado que ya no hay espacio para nada que no sea amor puro.
El mundo no sucumbirá. Será integrado al amor en una nueva consciencia y desde esa integración será un mundo nuevo. Lo que Dios crea es eterno, como eterno es su amor por sus creaciones.
Mi corazón os está llamando a expresar cada día más, la Gracia de vuestra santidad en vuestras vidas. Extended la alegría de estar vivos. La dicha de ser hijos de Dios. La felicidad que existe en la profundidad de vuestros corazones enamorados. Cantad, bailad y abrazad en la santidad. Alegraos de ser tal como sois en verdad.
Cada uno de vosotros sois importante. Sois como un hermoso eslabón en la cadena de unidad que Cristo es. Os invito a formar parte de un movimiento universal. Un movimiento que os convoca para servir a la causa y efecto del amor, viviendo vuestras vidas como el Cristo viviente que vive en vosotros.
Como hijos de Dios que sois, gozáis de sabiduría. Si permitís que el silencio os muestre la verdad dentro de vuestras mentes y el amor en vuestros corazones, reconoceréis que sabéis qué cosa es el amor y cómo expresarlo.
Pintad de colores alegres y suaves vuestra realidad. Cread nuevas configuraciones santas en vuestros vínculos con la tierra, con vuestros hermanos y hermanas y con vosotros mismos. Hacedlo también para con Dios, a quien todos le debemos la existencia.
Esta obra que os es regalada, es un portal abierto a la Gracia de mi corazón piadoso. Deseo crear entre vosotros y esta madre incansable, llena de amor y bondad por sus hijos, un vínculo tan íntimo como jamás antes lo ha habido en la tierra. Por medio de esta puerta abierta al cielo, una lluvia de bendiciones se derramará sobre los corazones heridos, y sanará vuestras vidas de tanto dolor vivido. Todo mal quedará anulado, todo error corregido, por medio de nuestra unión.
Soy la Madre de la divina concordia y deseo de todo corazón llenar vuestras vidas de bendiciones y luz. Os pido que os sumerjáis en las profundidades de vuestras almas, para que podáis experimentar en el silencio de vuestros corazones la belleza de nuestra unión materno- filial.
Os pido también que viváis vuestras vidas sirviendo a la causa y al efecto del amor hermoso, tal como Dios lo ha pensado desde siempre para cada uno de vosotros. De este modo, no solamente viviréis activamente como el Cristo viviente que sois, y reconoceréis al Cristo interior en vuestras hermanas y hermanos, sino que podréis uniros a la misericordia, fuente de todo amor y fundamento de todo ser.
Estoy abriendo una nueva ventana al cielo, por donde fluye la luz y la belleza de mi corazón inmaculado hacia todos mis hijos. Iluminaré al mundo más y más, en razón de vuestra unión conmigo. Vuestra eterna madre divina, vuestra eterna co-redentora, la eterna amiga del alma que anhela a Dios.
Esta llamada os llevará a profundizar en la unión con la fuente de la vida. Os amo con un amor que no tiene principio ni fin. Todos estáis dentro del abrazo de mi armonía y perpetua paz.
Esta obra es un puente que se ha tendido entre la tierra y el cielo. Un puente creado desde toda la eternidad, para que el flujo de la verdad que brota desde el corazón de Dios el padre, el hijo y el espíritu santo, inunde al universo entero llenándolo de más belleza, pureza y santidad.