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El amor da a luz, recibido por Sebastián Blaksley

Al principio existía la palabra. Y la palabra estaba junto al Padre de las luces. Era una con Él. Y era Él mismo. La unidad de la palabra y de la luz era perfecta, como lo es - y seguirá siendo - por toda la eternidad. Su realidad no puede alterarse. Ninguna división la alcanza jamás, pues son una con el amor, desde donde procede la existencia verdadera. De ese modo, la trinidad santa se movía en las esferas de la eterna realidad divina, en una constante retroalimentación de amor santo. Así, la Palabra, la Luz y el Amor se regocijaban por siempre en la existencia de la santidad. De su divina trinidad se extendía radiante, como si se tratara de lenguas de luz que se extienden hacia el infinito, es decir en la vasta esencia del ser eterno que Dios es.

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