Dice Jesús:
Esta obra es obra de sabiduría, algunos no la comprenderán. Otros negarán su fuente por su sencillez. Otros, por su aparente incoherencia de tiempos y confirmaciones pues no comprenden que yo soy el dueño de los corazones y los conduzco donde a mí me place sin perjuicio de su libertad. Otros, por la ausencia de aparentes revelaciones que el mundo considera extraordinarias, al no entender que no hay nada de extraordinario en que un alma ame a su creador y que cada alma sea el deleite de Dios.
No juzguéis estas palabras pues no sabéis acerca de la totalidad inabarcable de la revelación dada a esta alma, ya que la revelación es intransferible. Los que son de la verdad entenderán, porque reconocen mi voz y la siguen. Reconocerán mi voz en estas sencillas palabras y así se abrirán más sus corazones, confirmándose en su fe para con nuestra relación de intimidad, amor y verdad. Ellas reconocerán en esta alma el signo de la caridad que procede del darse. El amor de darse a conocer a uno mismo, tal como es con el solo propósito de llamarlos a todos a la unión con Cristo, que es una relación de amor divino siempre personal, única, inefable e irrepetible.
Mi palabra siempre logra su cometido porque es palabra santa y resuena en todos los corazones al unísono, sin importar qué tanto estén dispuestos a reconocerme en sus razonamientos intelectuales, los cuales no proceden de la unión del corazón y de la verdadera razón. Aún a ellos llegan las simientes de mi voz porque mi palabra es como el viento. Nadie sabe de dónde viene y a dónde va.
Mi palabra es viento y soplo. Es soplo de amor vivo. Diálogo incesante. Soplo que esparce las semillas llevándolas amorosamente al lugar sagrado del encuentro santo. Mi palabra es también como el rocío cuya agua desciende del cielo, riega la tierra y al salir el sol del amanecer retorna a lo alto habiendo hecho germinar la hierba. Es este rocío providente el que hace germinar a los lirios del campo, y los nutrientes de mi amor los alimenta. Por eso es justo que todos sean llamados a ser lirios de amor plantados en una nueva tierra. Tierra de la que mana leche y miel. Tierra santa.
Entendedlo todos. Se ha abierto un portal entre la tierra y el cielo. Se han abierto los espíritus a un mayor conocimiento del amor de Dios. Se ha restablecido la comunicación directa entre Dios y el hombre y con ello han comenzado los tiempos de la plenitud del amor.
Estas palabras tienen el tinte, el sabor y el color personalísimo de un alma amorosa que ha hecho que mi palabra se haga carne en ella, alcanzando así la autenticidad del corazón, es decir, su verdadera identidad como hombre-Dios, la cual surge de encarnar a Cristo.
Tú que recibes estas palabras debes saber que todos tienen la capacidad de hacer que la palabra se haga carne, por medio de la individuación del Cristo en ti. Todos tienen la capacidad de darle un rostro único al amor. En esto radica el misterio del amor. El misterio por el que quien es uno se hace muchos. Este es el misterio de la encarnación. ¿Estás dispuesto a dejar que el amor se haga carne en ti? ¿Estás listo para dejar que se oiga tu verdadera e insustituible voz entre las muchas dentro del coro de la creación con tu timbre, tu nota y tu color?
El que pueda entender que entienda y alabe a Dios y el que no, que confíe.
A ti te digo. Entra bendito de mi padre.
Comments