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La vida es comunión, recibido por Sebastián Blaksley

Extracto de la obra que se encuentra en proceso de recepción por Sebastián Blaksley, denominada hasta el momento como "Resurrección: La conciencia del nuevo cielo y la nueva tierra"


20. La vida es comunión


Corazón lleno de paz. Aquí estoy, a tu lado y en ti. Vengo lleno de alegría para regalarte una gran revelación, la cual deseo que sea compartida con el mundo entero. No es algo que no se sepa, pero sí es algo que muchas veces se olvida. Escucha con santa dilección lo que a continuación se te regala por amor.

Se ha dicho que esta obra tiene el propósito de desencajar de tu sistema de pensamiento y respuesta emocional la falsa creencia en la realidad de la muerte, para que comiences a vivir plenamente en la verdad de lo que eres. Nunca se podrá enfatizar lo suficiente acerca de la importancia que tiene ello. Con amor y por amor te digo. Dejar de creer en la muerte como algo real, es darle paso a la luz de Cristo para que resplandezca en toda su gloria a través de tu mente y corazón. De ese modo, permites que tu humanidad divinizada se manifieste tal como Dios la creó para ser.


No se puede vivir como el Cristo viviente que eres y a la vez darle entidad a la muerte como si fuera algo real. Es cierto que la mente intelectual, y con ello el saber del mundo, mira las cosas desde otra perspectiva, incluso muchas veces opuesta a la que aquí se revela. Aún así, eso no debe ser causa de preocupación alguna, ni motivo de debate.


Sabes que la verdad no procede del mundo sino de Dios, ni se aprende en las cátedras del saber humano, sino que te es revelada de manera directa. Por lo tanto, centramos nuestra mirada en lo que el cielo nos regala, sumergiéndonos más profundamente en las aguas del conocimiento de Cristo. Así es como nos hacemos uno con la sabiduría que no es del mundo, la cual sin embargo se puede manifestar en él. No juzgamos lo que oímos y vemos en la majestuosa casa de la verdad.

Hemos dicho que la experiencia previa a la resurrección es el abandono de Dios. Hemos utilizado esa expresión con el fin de traer una vez más a la consciencia, tanto individual como colectiva, el hecho de que todo es unidad. Revelaremos esta cuestión en una nueva luz.


La vida es unión. Esto ya lo sabes, puesto que estás bien afianzado en la verdad. Eso te permite observar que, incluso en el mundo de las ilusiones esta ley se mantiene, aunque opere de un modo diferente a como lo hace en la realidad divina. Nada puede anular la ley de la unidad.


Como manifestación de esa ley fundamental, aunque se exprese de manera distorsionada, en el mundo existe lo que bien podría llamarse herencia intergeneracional. Esto puede verse fácilmente en los grupos llamados familiares. Una experiencia intensa vivida en él tiene impacto en todos sus miembros, de un modo u otro. Dicho llanamente, incluso en el plano de la ilusión, es decir en el reino que surgió como efecto del estado de separación, todo permanece unido.


De no existir la unidad, el mundo no conocería ni la cultura, ni la transmisión del lenguaje de padres a hijos, lo cual haría inviable la comunicación, tampoco una especie de la cual formar parte. No habría armonía ni orden. Ni podrías reconocer a tus seres queridos, o ellos a ti. Recuerda que todo es efecto de una causa, incluso en la dimensión terrenal. Y que no se puede abolir la ley de la causa-efecto. Tampoco es necesario ni deseable hacerlo. Si se lo comprende bien, ambas son la misma ley.


En el plano del tiempo, toda generación transmite algo de lo que es a su descendencia. En razón de esta verdad es que en el mundo se ha creado la idea de la herencia que se traspasa de padres a hijos. Si bien ese ejemplo incluye aspectos que podríamos llamar “materiales”, lo cierto es que el legado de una generación a otra abarca mucho más que eso. Incluye también las experiencias vividas.


Hablaremos aquí de un aspecto particular de la herencia recibida o transmitida. Lo haremos con el propósito de recordar que la unidad es lo que garantiza el hecho de que la resurrección es tan tuya como lo es de Dios. Recordaremos juntos lo que podríamos denominar trauma o dolor intergeneracional.


El sufrimiento intergeneracional es eso que experimentas en tu humanidad como un dolor ajeno a ti pero que se vive en ti. Explicaremos esto. Es una experiencia en la que sientes un dolor que no es tuyo pero lo experimentas como si lo fuera. Lo sientes en carne propia. En otras palabras, sufres como si te hubiera sucedido algo concreto en tu experiencia vital, pero sabes que no ha sucedido nada que pueda generar ese dolor conscientemente. Ante esa experiencia, la mente se pregunta: ¿dé donde viene este dolor? ¿Por qué siento sufrimiento súbitamente - o no -, si no hay ninguna causa externa que lo provoque? La respuesta es: de la herencia recibida.

Todo dolor que no haya sido reunido en la consciencia, pasa a formar parte del inconsciente tanto a nivel individual como colectivo. De aquí se desprende que la humanidad ha ido acumulando sufrimiento a lo largo de los siglos. Esto no es una cuestión de lo que los seres humanos hayan hecho o dejado de hacer simplemente, sino que procede de las memorias ancestrales que trae el alma al venir al reino terrenal. Por esa razón es acertado decir – tal como se expresó en términos míticos en el relato del génesis – que el pecado de Adán afectó a la naturaleza humana como tal.

No estamos abogando por la creencia en que el error de uno recae como castigo sobre las demás generaciones, como si fuera una suerte de traspaso de culpas entre seres separados, lo cual sería algo de todo punto de vista injusto y por ende contrario al amor. Estamos hablando de la unidad que existe en la creación, y de cómo se transmiten las experiencias del alma por medio de la mente unificada. No lo hacemos para detenernos en ello, sino para tomar consciencia de esta verdad, y poder sanar de toda herida intergeneracional que aún puedas experimentar. En efecto, ser liberado por completo de ello es el propósito de esta revelación.

La sanación intergeneracional es necesaria dado que de lo contrario no puedes vivir plenamente en el estado de consciencia de resurrección, a pesar de ser la resucitada del amor. Alma llena de luz, no tengas miedo a reconocer que somos unidad. Tampoco al hecho de que la mente y el corazón humanos experimentan sufrimientos que proceden de generaciones anteriores, tanto familiares como de la sociedad en la que creen vivir, así como de la humanidad como familia universal, y de la creación como un todo. La totalidad es eso, unidad plena. Nada queda fuera de su abrazo. Todo es incluido en el amor.

Sanar el trauma intergeneracional – lo cual no solo incluye la esfera familiar o social, sino la universalidad - es lo que la crucifixión significó y realizó. Para ello es que se manifestó la encarnación de mi divino ser en la humanidad de Jesús, como manifestación de la unión de lo divino y lo humano.

Siendo Cristo, reuní dentro de mí todo dolor universal, todo trauma intergeneracional en su totalidad, lo cual incluye todo tiempo, lugar, circunstancia y experiencia del universo material desde el origen de su existencia. Desde el instante mismo en que el tiempo echó a andar. No te olvides que la materia, el tiempo y el espacio son una trinidad inseparable. Tres aspectos de una misma realidad. O si prefieres, un solo efecto de una misma causa manifestado en una unidad trina. No puede existir lo uno sin lo otro. Tiempo-espacio-materia. Cuerpo-mente-espíritu. Todo es unidad trina. Todo es unión.


Así como yo abracé todo dolor universal y lo llevé a la cruz para que sea transmutado en luz y de ese modo se abran las compuertas de la consciencia de resurrección, del mismo modo haces tú. No existen diferencias esenciales entre lo que eres y lo que yo soy. Una vez más, somos unidad. De tal manera que, luego de hacerte consciente de todo lo que existe en tu corazón y tu mente que es contrario al amor y la verdad, lo que acontece es que tu consciencia singular se abre para recibir la luz del reino de los cielos. Es decir, retorna al estado de gracia en el que se reúne tu humanidad y divinidad en una unidad santa y perpetua.


Quizá la mente pensante inquiera. ¿Si en la crucifixión se realizó toda sanación y por medio de la resurrección se transmutó todo lo que no procedía del amor, transformándolo en una realidad santa, cómo es posible que aún queden heridas por sanar o se siga experimentando sufrimiento? Responder a esta cuestión es de gran importancia, por eso abordaremos este asunto.


Ahora reposa en la paz de mi amor. Permanece en silencio. Y déjate amar cada día más. Permite que la vida te envuelva. Y que la luz de la sabiduría ilumine tu camino, el cual recorres junto a mi, que soy tu Divina madre en ti y en todos.

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