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Capítulo 93 - Transustanciación del amor

Actualizado: 13 jul 2022


I. Llamada incesante del amor


Hijita mía. Alma enamorada de Cristo y alegría de Dios.


Aquí estamos nuevamente, gozándonos en nuestra mutua presencia. Siente el abrazo de mi amor. Y cómo el alma canta cuando su divino amado se hace presente. Nuestros corazones, fundidos en la santidad del ser, vuelan juntos el vuelo de la verdad. Somos la plenitud del amor hecha carne. La extensión de la luz de la palabra que brota del corazón de Dios, hecha realidad humana. Somos uno, en la pureza del amor santo. ¡Cuánta belleza! ¡Cuánta dicha! ¡Cuánta beatitud!


Qué diferente es el mundo para los que han hallado al amor. ¡Cuánta luz hay en él! ¡Cuánta benevolencia! ¡Cuán lleno del propósito divino! ¡Cuánta alegría existe en sus corazones! Ellos se sienten seguros en los brazos del amor. Y en sus pechos experimentan una fuerza serena que les da paz. Se saben amados. Se reconocen en la dignidad del amor. Se han hallado a sí mismos en ello. Al encontrarse con su ser de puro amor santo, han retornado a la verdad. Y en ella moran todos los días de sus vidas.


Amados y amadas del mundo entero. Luces de mi divina luz. Hijas e hijos de mi ser. Vosotros que recorréis conmigo este caminito hacia el cielo, regalo de mi divinidad, que es esta obra. A vosotros os digo: descalzad vuestros pies, pues estáis pisando tierra santa. Aquí ingresan los que - como vosotros que recibís estas palabras -, han dicho sí al amor. Las mentes que se han unido al corazón en la plenitud de la verdad. Las almas que brillan en la luz de la sabiduría. Con esto, os quiero decir que esta obra es un camino hacia la unión con Cristo vuestro verdadero ser en Mí. Y cuando digo “estas palabras”, no me refiero solamente a estos diálogos, sino a toda la obra que se regala a la humanidad por medio de este lápiz en las manos del amor, escriba del cielo, que le da forma y color a lo que el cielo revela para el bien de muchos. Y que con la santa ayuda de mis ángeles en la tierra, se va extendiendo por el mundo entero.


Esta obra es un regalo del amor de Dios para la humanidad. Es un medio eficaz para aquellos que están más llamados al amor. Los corazones sensibles, y que por lo tanto encuentran un desafío grande en permanecer amorosos y tiernos en un mundo que muchas veces demuestra ser descorazonado y áspero. Para esos dulces corazones, siempre ardientes en el amor, dispuestos a perdonarlo todo, listos para abrazar a quien se lo pida de todo corazón en la pureza del amor santo. Para aquellos que, a pesar de todo siguen creyendo en el amor como la única meta que tiene sentido y que hace cantar sus corazones. Para ellos, les es dado este presente del amor divino. Para que encuentren paz en la unión con lo que son. Para que sus memorias se mantengan firmes y radiantes en la claridad de la verdad. En otras palabras, para que tengan una ayuda celestial que les recuerde lo que son, y en ese recuerdo sean felices cumpliendo el propósito de Dios en ellos.


En verdad, en verdad os digo que cada minuto que pasáis conmigo leyendo, absorbiendo y saboreando la palabra que brota de mi divino ser y se expresa en estos diálogos, vuestras almas reciben luz desde las alturas, son sanadas por medio del recuerdo de vuestra verdadera identidad. Vuestras mentes son iluminadas por la luz que da vida a todo lo que existe. Y vuestros corazones vibran al compás de la vida eterna. Yo soy el canto del amor hermoso. El poeta del amor de las almas. Soy aquello que hace bailar al corazón cuando se estremece de alegría sincera. Soy la fuerza vital que sostiene al universo en la existencia. Y la dicha de las almas enamoradas.


Ante la presencia de mi amor, los corazones sienten paz. Las mentes quedan enmudecidas. No pocas veces, intentan descifrar por medio de su hábito de elucubrar, qué cosa es lo que están experimentando ante la divina presencia del amor hermoso. Y no encuentran palabras para poder decir lo que el corazón sabe sentir. La mente queda enmudecida de amor. Da paso a la reverencia. Se sumerge en el silencio de la expectación. Permanece perpleja ante la magnificencia de la simpleza de la verdad y la hermosura de la pureza. Y el alma suspira.

II. Formas divinas


Venid amados y amadas mías. Venid ahora a conocer lo que es el verdadero amor. A gozaros de sus delicias. Os invito a dejaros amar por Mí. A abrir vuestras mentes y corazones cada vez más, hacia la experiencia del amor hermoso. De un amor que no es del mundo, aunque se pueda reflejar en él. Os estoy llamando desde las profundidades de vuestras almas, para que os unáis al coro del segundo advenimiento. A ser cantores de la ternura de Dios. Hijas e hijos que brillan en la luz de la verdad. Corazones que siguen amando, más allá de las cosas que parezcan suceder en el mundo. Es que ellos no son del mundo. Son ángeles en la tierra. Tan humanos como todo hombre y toda mujer. Tan divinos como lo es Dios. Y tan únicos en su expresión como lo es toda creación divina.


Estas palabras van dirigidas al corazón, que es el centro del ser. Desde allí se extienden a la mente pensante, al aspecto sensible del alma, y a sus demás dimensiones. Todo lo que sois es traspasado por ellas. De ese modo, con la eficacia de mi Palabra de vida eterna, voy haciendo de vosotros algo nuevo. Os regalo un nuevo corazón, una nueva mente, una nueva alma. Os renuevo en la santidad de la verdad. En la luz que emerge desde los abismos insondables de mi Misericordia sin fin, os regalo vida para que juntos co-creemos un nuevo amor santo. En ellas viaja la esencia de lo que soy, porque toda palabra brota de las profundidades del corazón desde donde toma su abundancia. Yo soy la abundancia de la verdad. Soy la santidad de la sabiduría. Y la belleza del ser.

Juntos estamos transformando el mundo. No reciclando lo viejo, sino creando un nuevo mundo. Tal como se os ha dicho, el amor puede transformarse en toda forma que existe en el plano del tiempo y el espacio. Y al transformarse en ello, transforma la forma por medio de su poder de transustanciación. ¿Qué significa esto? Significa que el amor mantiene la forma pero cambia la esencia de lo que transmuta. Es decir, que la cosa transformada por él sigue teniendo el mismo aspecto pero es otra cosa. A diferencia de los cambios que no son del amor, los cuales para que algo pase a ser una nueva cosa necesitan que se cambie la forma.


Vosotros, que recorréis este camino conmigo, con vuestra Madre celestial y los ángeles de Dios, por medio de esta obra del cielo, parecéis los mismos, pero os aseguro que no lo sois. Iniciasteis vuestro caminar juntos siendo de un modo, pero ahora sois diferentes. Este cambio, no es como los producidos a causa del devenir del tiempo y del paso de la vida en la experiencia del mundo. Es en realidad, una auténtica transustanciación. Así como hago del pan y del vino mi cuerpo y mi sangre, y con ello os doy la esencia divina, del mismo modo hago con vosotros. En este sentido podemos decir con certeza que cada uno de vosotros sois mis hostias divinas. Cuerpos transmutados en luz. Hombres y mujeres transformados en Cristos humanados.

Poco a poco vuestra mente irá integrando de manera perfecta la transustanciación que le ha sido dada. Comprenderá claramente el nuevo ser que sois y lo aceptará con júbilo. Y vuestros corazones comenzarán a sentirse felices al poder palpitar al ritmo del amor hermoso. En armonía con la vida que no tiene fin. En verdad os digo que habéis llegado mucho más lejos en la verdad de lo que sois capaces de comprender ahora, aunque pronto lo comprenderéis.


Hijas e hijos que escucháis mi voz y la seguís. Id por el mundo dando testimonio de la plenitud del amor. Sed para vuestras hermanas y hermanos el espejo santísimo en el que puedan ver reflejados su perfecta realización en Cristo. Mostradle al mundo lo que está llamado a ser, siendo ahora mismo la realización de ese llamamiento del cielo. Vosotros que habéis sido atravesados por el amor hermoso, que vuestros corazones cantan la dulzura del amor. Mirad que el mundo os necesita. Y que yo también.

Os bendigo en la paz.


Gracias por responder a mi llamada.

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