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Capítulo 94 - Rebaño del amor hermoso

Actualizado: 26 abr 2021


I. La eterna novedad de la verdad

Amada mía. Alma nacida de Dios.


Hoy cantaremos una nueva canción. Nacida del reconocimiento de lo que somos en verdad. Somos la eterna novedad del amor. Renacemos a cada instante en las aguas de la vida eterna. Somos la expresión viva del amor de Dios. Un amor que renueva la faz de la tierra; y cada pensamiento, cada sentimiento, cada parte de nuestro ser. Somos creados y recreados sin cesar. Somos nuevos. Nacemos ahora y siempre en la Gracia del cielo.


Un nuevo ser. Una nueva alma. Un nuevo corazón. Eso somos. Y porque somos siempre nuevos, cantamos un nuevo himno de santidad. ¡Qué alegría es renacer a cada instante en la luz de Cristo! ¡Qué dicha es saber que el pasado no existe, ni tiene consecuencias en lo que somos en verdad! ¡Cuánta paz experimenta el corazón, al saber que el futuro será uno dorado, pues está en las manos del amor; ¡nuestro refugio, nuestra perpetua seguridad!


Hijas e hijos míos de todo el mundo. Hoy vengo a recordaros que cada golpe que habéis recibido del mundo, cada ataque al que habéis estado expuestos, no ha sido contra vosotros sino contra Mí. El sistema de pensamiento contrario al amor, el cual se manifiesta por medio de la identidad egoica, tiene como propósito el alimentar un enaltecido y falso sentido de grandiosidad. Satisfacer el deseo de ser especial es su única meta. En razón de ello, hace lo único que puede hacer - para sostener esa ilusión y seguir siendo-, intentar disminuir a los demás y a lo demás. Hacerlos menos, para sentirse más. Naturalmente esa identidad egoica, la cual carece de amor, y por lo tanto de la capacidad de amar, intenta anular la luz que haya en aquello donde la ve. No solo en aquellos que percibe como sus semejantes, sino en toda la creación.


Es indudable que la luz de Cristo en vosotros, cuyo resplandor es más grande que el sol, es algo que el ser egocéntrico percibe. Y a lo que le teme. Le tiene miedo porque interpreta vuestra luz como una amenaza a su oscuridad. Y en cierto modo tiene razón, ya que en la luz toda oscuridad desaparece. Pero se equivoca al no querer aceptar que está ahí para que pueda abandonar las tinieblas, y lanzarse a vivir en la luz. Al no aceptarlo, intenta apagarla para que todo quede sumergido en las sombras de la ausencia de la verdad.


Tal como ya se os ha revelado - y como sabéis por vuestra experiencia-, la oscuridad no puede permanecer ante la luz. En verdad, en verdad os digo que la oscuridad no lucha contra la oscuridad sino contra la luz, mientras que la luz no lucha contra nada. Simplemente brilla en toda su belleza. Esto es tan cierto para los asuntos de la materia como lo es para la consciencia. Siendo así las cosas, es importante que recordéis que mientras exista el mundo de la dualidad, existirán las luces y las sombras. Y la necesidad de elegir entre una y la otra. Es parte de lo que es. Pero eso no significa que vosotros debáis albergar oscuridad en vuestras mentes y corazones. Sino todo lo contrario.


Relacionarse con lo que es verdad es esencial para poder vivir en la relación santa. Esta es la razón por la que se os invita a permanecer en la luz. Para que podáis ver todo tal como es. El camino de las sombras, que es aquel que busca como meta central satisfacer el deseo de ser especial, es una senda en todo opuesta a la senda de la luz. La distancia que existe entre una y otra es tan grande que no hay unión posible entre ambas. El agua y el aceite no se pueden unir. Lo mismo ocurre entre los pensamientos y sentimientos amorosos y los que no lo son. Por ello es que se os llama a albergar sentimientos nobles, y a cultivar las virtudes procedentes del amor. Para que vuestros pensamientos sean santos, tal como son santos vuestros sentimientos. De ese modo, mantenéis encendida la luz de vuestra belleza. Una luz siempre nueva. Siempre creciente. Siempre llena de alegría y de paz.



II. Solo la verdad es verdad


Amados del cielo. Escuchad con atención. El amor respeta a todos y todo. Y acepta las diferentes maneras de pensar, sentir y ser. Pero no puede aceptar como verdad lo que no es verdad. Este criterio de discernimiento es esencial a este camino de luz. Esto se debe al hecho de que, cuando el alma que le ha dicho sí al amor percibe que debe tergiversar la verdad, bajo cualquier causa que esto parezca ser necesario, se crea en ella un estado de disociación, lo cual le causa una gran tensión interior, la que nada tiene que ver con su naturaleza. Dicho de otro modo, se pierde la armonía y la paz. La razón de ello es simple. Los seres de la luz solo pueden ser felices en la luz.


La mente sabe qué cosa es la verdad. Tanto como el corazón sabe qué cosa es la santidad del amor. Ninguno de los dos puede ser engañado. Os digo que vuestra misión no es luchar contra nada ni nadie. Ni intentar buscar prosélitos o hacer que las cosas cambien. No. Vuestra única función es brillar en la luz de lo que sois. Y permitir que esa luz crezca cada día más, en razón de lo que es.


Hermanas y hermanos míos. Os digo estas cosas para que os hagáis conscientes de que todo lo que ha acontecido en vuestras vidas, os ha ayudado a haceros conscientes de la luz que hay en vosotros. De la hermosura de vuestros corazones sensibles, y de la grandeza de vuestra santidad. Incluso los ataques de la oscuridad, han dado testimonio de la luz. Que en vosotros brilla la luz de Cristo es algo que está fuera de toda duda. ¿Qué otra razón puede haber para que estéis aquí conmigo, escuchando Mi voz, la cual os recuerda la verdad de lo que sois; sino porque sabéis quién es Aquel que os habla al corazón?


Vosotros habéis renacido en las aguas de la vida eterna. Esto no es una metáfora, es la pura verdad. Sois los que habéis traspasado el umbral hacia el pleno reconocimiento del amor que sois. Esta es la razón por la que lo único que puede estar en armonía con vuestra naturaleza es la luz, la santidad, la paz. Y con ello, todos los tesoros del amor hermoso. Ese es el motivo por el que os llamo a procurar que solo eso sea lo que nutra vuestras vidas. Alimentaos de la alegría sincera. De lo que hace cantar vuestros corazones. Dejad de lado todo lo que no pertenezca a lo que sois. No hay necesidad de ello.


En verdad os digo que es perfectamente posible vivir en el mundo sin ser del mundo. Es decir, brillar en la luz de lo que sois, incluso en la tierra. En efecto, el mundo pide a gritos que hagáis eso. Os espera con ansias inflamadas. Os suplica de mil maneras, diciendo:

Hermanos y hermanas que habéis traspasado el umbral hacia la luz eterna. Extended vuestra luz a todo el mundo. Dejad que su belleza inunde toda la tierra. Que se haga visible ante los ojos de la humanidad. Para que, siguiendo su destello, podamos caminar hacia el cielo de la verdad santa. Pues su resplandor será un dulce recordatorio de la luz en la que todos fuimos creados. Y una guía segura hacia la verdad.


Almas que, desde ahora, vivís en la luz. Vuestra humanidad es portadora de Cristo. En ella reside el amor perfecto con el que habéis sido creadas. Por ello es que solo en él sois felices. No hay mucho más que discernir, salvo lo que aquí se expresa. Existe el amor. Existe la paz. Existe la pureza. En razón de ello, también existen la dicha y el júbilo de ser. Vivid en ello y estaréis viviendo en la verdad de lo que sois. Y de ese modo, estaréis extendiendo el Cristo que sois en verdad. Dicho con mayor precisión, estaréis permitiendo que Cristo se extienda por medio de vosotros, en razón de lo que es.


Os digo estas cosas porque estamos llegando al final de estos diálogos de amor y sabiduría. A la finalización de un camino juntos, lleno de la santidad del ser. Y porque es Mi divina voluntad - la cual es una con la vuestra-, que vayáis por el mundo como pequeñas ovejitas, las cuales unidas forman un rebaño cuyo pastor es el amor.

Os envío, no para luchar contra las tinieblas, sino para dar testimonio de la luz, brillando en lo que sois. Para que vuestros corazones manifiesten los tesoros del reino, a la manera de cada uno de vosotros. Es decir, en la belleza de vuestra santa unicidad. Os envío como cantores de la ternura de Dios. Y poetas del amor hermoso. Os llamo a brillar en la luz del Cristo que sois en verdad. En otras palabras, os invito a que juntos seamos la luz del mundo.


Os bendigo en el amor.

Gracias por responder a mi llamada.

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