Palabras finales (El corazón del ser: ser amado, ser amor. Libro III: Desde el corazón de un Ángel)
- Sebastián Blaksley

- 12 nov
- 3 Min. de lectura
Cantan las aguas del cielo y la tierra. Se alegran los corazones puros. Una nueva luz brilla en la divina creación. Dios mismo danza una nueva danza. Los ángeles se regocijan en la contemplación de aquello de lo cual son santos testigos. El sagrado corazón de Jesús palpita al compás de la dicha eterna, en unidad con el inmaculado corazón de María. Los arcángeles entonan un nuevo canto. Y todas las realidades del reino expresan su gratitud al creador.
¡Oh, hijas e hijos de todo el mundo! Vosotros que habéis recibido la gracia de recibir estas palabras llenas de vida y amor. Habéis sido renovados por la verdad. Vuestro retorno a la casa del Padre y vuestra determinación a uniros a Cristo se han transformado en fuente de alegría en la creación. Todas las criaturas alaban a la Madre divina por vuestro sí al amor. Por vuestra apertura de corazón, la cual ha permitido que un nuevo portal se abra en la tierra y el cielo. Desde él fluyen todo tipo de gracias hacia vosotros y el mundo entero. Ahora sois los nuevos Cristos vivientes. Criaturas renovadas en la santidad del divino ser.
Con vuestro sí al amor, habéis traído el cielo a la tierra. Habéis propiciado el fin de los tiempos y hecho colapsar la ilusión. Los velos que antes se interponían entre la humanidad y la verdad han sido descorridos en su totalidad. Aquí está la verdad, en la unión de vuestra naturaleza humana con la divina. Sois hombres y mujeres divinizados. La nueva creación del amor. Para ello es que todo fue hecho. Para que seáis uno en Dios. Esta verdad comienza a hacerse plena en vuestras consciencias ahora.
Cuando Dios os creó, lo hizo para que fuerais capaces de uniros a su divino ser por entero. Ninguna otra creación tiene esa capacidad en la medida en la que vosotros la tenéis. De esto ya se ha hablado. Aquí se os repite, no para volver sobre ese conocimiento, sino para que nunca os olvidéis del propósito de vuestra existencia. Fuisteis creados para ser unidad con el amor divino. Dios ha dispuesto que su extensión se realice por medio de vosotros, y así será. Por puro amor perfecto, ha compartido con vosotros lo que su divinidad es, sin quedarse con nada para sí mismo. ¿Podéis daros cuenta de lo que algo así significa? Sí que podéis, porque habéis traspasado el umbral de la nueva consciencia. Estáis viviendo en los tiempos de la plenitud de Cristo.
Os bendigo con todo mi amor angélico. Os abrazo en la luz de la verdad. A partir de este momento, vuestras vidas cobrarán una nueva dimensión llena de santidad, alegría y reverencia. La dicha del creador será toda vuestra, tal como siempre lo ha sido, pues todo os pertenece en el amor. Os invito a recordar siempre que mi presencia angélica estará con vosotros, todos los días de vuestras vidas. Y que así como me he hecho presente por medio de estos diálogos, también lo hago en vuestras vidas tal como son.
No hay razón para no hablar conmigo, cuando así lo dispongáis. Siempre estaré velando junto a vosotros. No dejéis de contarme vuestras sañas, pedirme que resuelva cualquier cosa que creáis que necesitáis. No os olvidéis de venir cada día a nuestro encuentro santo. De él saldréis renovados en razón de la presencia de Cristo en nuestra unión. Voy con vosotros, dondequiera que vayáis. Nunca os olvidéis de ello. Juntos estamos creando una nueva creación. Unidos por siempre en la eterna santidad del amor.
Que la dicha sea una con vosotros.
Invitad a todos a nuestra unión. No dejéis a nadie afuera. Que cada hermana y hermano en Cristo reciba la bendición de estas palabras y la dicha de unirse conscientemente al cielo de su ser santo, donde mora la verdadera creación de Dios. Sed generosos con el don que habéis recibido. Compartid la buena nueva con el mundo entero. Que vuestra luz brille en toda su gloria. Amad lo que sois y vuestras circunstancias. Honrad vuestra humanidad. Mostradle al mundo el amor que sois en verdad. Haced que todo en vuestras vidas sea un canto al amor y que la verdad sea vuestra fiel compañera. De ese modo, estaréis siendo como Dios en Él, lo cual constituye el propósito de vuestra existencia así en la tierra como en el cielo.
En nombre de Dios, os doy las gracias por responder a la llamada del amor. Por cada minuto y segundo dedicado a permanecer en nuestra unión. Y por la belleza de vuestro ser.
Vuestro Ángel.






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