Sanación de la memoria - Carta 83
- Sebastián Blaksley
- 30 mar
- 5 Min. de lectura
I. Luz perpetua
Hijos míos, levantad vuestra mirada al sol. Poned vuestros ojos en el cielo. Allí existe vuestro Padre eterno. No estáis solos. Nunca lo habéis estado, ni lo estaréis. Vosotros sois la luz de los ojos de Dios. En vosotros ha puesto el creador todo su amor y beneplácito divino. Sois poderosos e inteligentes. Vuestras capacidades van más allá de lo que estáis acostumbrados a considerar. No os dejéis caer en el desánimo del mundo. Las heridas recibidas, las ideas desencajadas de la verdad, las experiencias de desamor del mundo, todo ello forma un cuerpo doloroso en vuestros recuerdos.
He venido a sanar la memoria y a daros la Gracia del perdón. He venido a iluminar. A descorrer los velos de la ignorancia y a llenar vuestras vidas de amor sincero. Vuestra alma sabe quién es la que le está hablando. Dejad que mis palabras de vida eterna fluyan hacia el hondón de vuestros corazones. En las profundidades de vuestro ser existe una realidad que es extensión perfecta de la unidad del amor. En ella vivís unidos a la verdad y la santidad. Es allí donde mora el reino de los cielos. Donde todo es luz, alegría y concordia. Vuestras memorias pueden recordar el Cielo, tanto como olvidar la culpabilidad.
Os invito a ser señoras y señores de vosotros mismos. Indicándoles a vuestras mentes y corazones lo que deben pensar y sentir. Nada de lo que acontece en vuestras almas es ajeno a vosotros. No estáis librados a las fuerzas de la naturaleza, ni a las leyes de los hombres. Sois sostenidos perpetuamente por el poder del amor. En vuestras almas reside la divinidad. Os pido que me miréis más a menudo, hasta que mi corazón Inmaculado sea lo único que veáis. No existe razón para mirar allí donde no existe la santidad, y el amor no puede florecer. Hacer eso es dedicarse a una actividad inútil, pues os hace perder de vista la vida y vivir en ilusiones.
Sois los santos hijos de la Luz. No estáis en el mundo para otra cosa que para amar y ser amados, y de ese modo continuar vuestro camino al cielo del amor perfecto. Es en la tierra donde comenzáis a vivir vuestro cielo. Si permanecéis con los ojos puestos en el amor os iréis haciendo uno con Él. Cuando os vais fundiendo en la perfección de vuestro ser santo, os unís a la fuerza más poderosa de la vida. La fuerza del amor.
Muchos pasan por alto el poder del amor, pero eso es algo que carece de sentido porque el amor es la potencia de la vida, todo está envuelto en su realidad. No se puede negar el poder de la verdad, sin que esa negación cree malestar en los corazones. Esto se debe a que la pura potencialidad del ser no se deja atrapar ni obliterar. Cuando os pido que confiéis en el amor, os estoy pidiendo que os unáis a la fuerza de la vida, y absorbáis en esa unión todo lo santo, lo bello y lo perfecto del Dios en vosotros.
Dentro del amor sois todo, porque sois lo que sois en verdad. Fuera del amor no sois nada porque nada existe fuera de Él. Amaos a vosotros mismos con el mismo amor que Yo os amo. Un amor que no tiene principio ni fin. Amor incondicional. Amor que abraza y comprende. Amor que alegra los corazones. Sed tiernos y bondadosos con vuestro niño herido. En todos los seres humanos existe una herida, o varias. Es el Yo que llora por el amor que cree haber perdido. Esa herida sana en la presencia del amor, ya que ese llanto procede del recuerdo de su ausencia. Es una hendidura que tiene el corazón quebrantado por la experiencia de desamor y desilusiones. Es el recuerdo de la experiencia de separación, en la cual el alma ya no vive pero aún recuerda.
II. En la morada santa
Sanar la memoria es sanar las heridas. Perdonarlo todo en Cristo es retornar al estado de perfecta pureza de vuestro ser, dentro de la consciencia singular que cada uno de vosotros poseéis. Esa conciencia de uno mismo —que hace que existáis conscientemente— es lo que constituye vuestra singularidad. Vuestra unicidad perfecta. En esa consciencia de uno mismo, el ser se conoce, toma consciencia de su existencia. Sin ello, no existiría para sí mismo y por ende para nadie. Toda creación divina tiene consciencia de sí misma. Esto no es atributo solo de los seres humanos, sino de todo lo que emana de la pura consciencia divina.
Conoceos a vosotros mismos en el amor, pues ese es el único modo de conoceros en verdad. Fuera de la consciencia del amor no existe conocimiento posible, porque el amor es el conocimiento de Dios. No busquéis respuestas fuera del amor porque no las hay. No intentéis vivir fuera del amor, porque os perderéis, ya que fuera del amor no existe nada, nada que sea verdad. En el amor alcanzáis vuestra plenitud. Dejad que sea la fuerza de su pureza la que os envuelve a cada instante. Retornad al recuerdo de Dios a menudo, hasta que vuestras memorias queden sanadas por la presencia de Cristo en vuestras consciencias singulares. De ese modo transformaréis vuestras vidas, atrayendo hacia vosotros a los ángeles del Cielo, a los Arcángeles y Serafines, a Dios y a todo lo santo, lo bello y lo perfecto. Haréis que vuestra existencia sea radiante como el sol, pero con la belleza de la Luz de la verdad. Seréis la hermosura personificada, al ser el rostro viviente del amor perfecto.
Fijar vuestra mirada en el Cielo significa recordar que vuestro reino no es de este mundo. Estáis en él para llevarlo de regreso a la vida eterna. Para colaborar en la creación de un nuevo reino terrenal, tan semejante al paraíso perdido, que el paso por él —como antesala al cielo— será como un caminar sereno en un día diáfano y lleno de paz y verdad. Os invito a recordar que vuestra única misión es dejaros amar por Dios y los demás, para que el amor se extienda por sí mismo. Vivir en ese recuerdo es vivir acompañado por la verdad acerca de lo que sois. Fuisteis creados para ser amados por Dios y para ninguna otra cosa.
El amor de Dios es el fundamento de vuestras vidas, la base sobre la que se erige la creación y la fuerza que sostiene la existencia. El movimiento del amor hermoso, al que vuestra Madre celestial os está llamando, es lo que impulsa a la vida a seguir hacia adelante sin mirar atrás. A elevarse cada vez más en la consciencia de sí misma, para finalmente fundirse en la verdad.
La vida existe dentro del amor. Esto es lo mismo que decir que en el amor existe el Todo de todo porque el amor lo es todo, y que fuera de Él no existe nada porque la nada no forma parte de Dios. No fuisteis creados para el sufrimiento en sí. Fuisteis creados para permanecer eternamente en el abrazo del amor. Es dentro de la unidad donde sois tal como Dios os creó para ser. Ciertamente no necesitáis nada más que vivir en la verdad. Si hacéis eso ya estáis en el Cielo.
Hijos bienamados, no tengáis miedo. Vivid en el amor. Vuestra Madre mora junto a vosotros y en vosotros mismos. Estoy a un pensamiento de distancia. No os preocupéis por nada. Simplemente permaneced en la presencia del amor.
Os doy las gracias por escuchar mi voz y seguirla.

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